Hace unos días, la Iglesia católica británica tuvo una feliz ocurrencia. Ante la inminencia de la llegada de la fiesta de Halloween con sus brujas, demonios y muertos vivientes, los curas británicos proponían eliminar el paganismo evidente de la fiesta y celebrar, más que la Noche de Difuntos, el Día de Todos los Santos. Así que propusieron algo tan divertido como que los niños en vez de disfrazarse de monstruo de Frankenstein, bruja Piruja o Chuck Norris (o sea, cosas que dan mucho miedo) se disfrazasen de santos, piadosos y ejemplares, y que fueran por ahí proclamando la buena nueva, la resurrección de las almas y demás supersticiones oficiales.
Aquí la noticia:
La Iglesia Británica y los disfraces de santos
Los Rouco Boy’s, como no podía ser menos, han declarado que les parece una idea estupenda lo de esos disfraces. Como decía un comentario que leí por ahí: “Bueno, mientras no les pidan a los niños que se desnuden…”
Pero por una vez tengo que hacerlo. Si. Lo voy a decir a los cuatro vientos:
ESTOY DE ACUERDO CON LA IGLESIA
¿Qué por qué? Pues porque me parece fenomenal la idea de disfrazarse de santos en Halloween. Son disfraces baratos de hacer (la mayoría son de tiempos de los romanos y eso con una sábana vieja y una camiseta blanca se apaña) y de lo más resultones.
¿Qué no? Pues os voy a dar unas ideas para que os disfracéis el día 31:
San Sebastián
El emperador Maximiano le condenó a morir asaeteado (o sea, fusilado pero con flechas) y lo dejó hecho un acerico. Lo que pasa es que el tío no murió (en plan Gila) y sus colegas lo curaron. Pero como el emperador era más chulo que él, lo volvieron a coger, lo despellejaron a latigazos y se aseguraron de que esta vez palmara.
El Disfraz: Si no eres muy friolero, con una sábana a modo de taparrabos. Si no, de romano. Te pones unas cuantas flechas de esas de juguete que llevan ventosas bien sujetas (con esparadrapo, por ejemplo) y abundancia de kétchup donde se unen al cuerpo y quedas de cojones. Si se quiere se puede complementar con unos buenos desgarrones en la túnica por la parte de la espalda bien regaditos de kétchup también.
Santa Bárbara
Esta vivió también en el siglo III, como el Sebas. El rey Dióscoro la dio unas sesiones de potro, la flagelaron, la desgarraron con rastrillos, la revolcaron en un lecho de cerámicas cortantes y la quemaron con hierros al rojo. Y para acabar la fiesta la decapitaron.
El Disfraz: La ropa, de romana. Mogollón de cicatrices paralelas sangrantes (ponérselas sobre todo en la cara, que queda mejor) y quemaduras por los brazos. Por la espalda, otro mogollón de cicatrices y sangre bien abundante. Si quieres rizar el rizo, escondes la cabeza dentro de la túnica y te paseas por ahí con una cabeza de maniquí bien ensangrentada debajo del brazo. Éxito asegurado.
San Cucufato
Otro más del siglo III, que debió ser un siglo fatal para la salud de los santos. A Cucufato le sacaron las tripas, pero como pa chulo su pirulo, se metió otra vez las tripas para adentro y se las cosió con un cordel. Luego lo intentaron quemar, lo encerraron y lo putearon de mil formas, pero no había manera de cargárselo, así que al final lo degollaron, que de eso es más difícil recuperarse.
El Disfraz: Vestido de romano, como de costumbre. Este es un poco más difícil porque hay que dibujarse una buena cicatriz sangrante en la tripa y luego pegarse unos cuantos trozos de cordel por encima simulando el cosido. Pegarse también algunos trozos de tripas de cordero o similar en plan intestinos colgantes que se escapan de la herida. Para rematar, una buena raja sangrante a todo lo largo de la garganta. Se puede complementar con un pañuelo de cuatro nudos en la cabeza, en plan albañil antiguo, por aquello de "San Cucufato, San Cucufato, los cojones yo te ato, si no encuentro [lo que sea que hayas perdido], no te los desato".
Santa Águeda
Otra santa del siglo III (que siglo, madre mía, pa habernos matao). Esta fue martirizada por el senador Quintiniarius que se la intentó tirar, pero la santa no estaba por la labor. Así que la encerró en una casa de putas, se supone que en venganza y para que allí se la tirara todo dios, de la que salio milagrosamente virgen (a lo mejor es que era tan fea que ni cobrando, oiga). El caso es que el senador se cogió tal rebote que ordenó que le cortaran las tetas y luego la tiraran sobre un montón de carbones encendidos.
El Disfraz: De romana, como no, pero con la túnica abierta por delante. Te pones un sujetador sin tirantes viejo color carne (mejor si va un poco apretado) y te embadurnas bien las copas de kétchup. Luego te tiznas el resto del cuerpo para que parezca que te han dado un par de pasadas por el fuego. Y ya rizando el rizo, te compras un par de tetas de plástico en una tienda de artículos de broma y te las cuelgas del cuello con una cuerda puesta entre las dos. Dás la campanada seguro.
Y estos son unos cuantos ejemplos, pero hay muchos más: San Lorenzo que fue asado a la parrilla, Santa Lucía a la que le arrancaron los ojos, San Antolín, cortado en diagonal...
¡No me digais que ir disfrazado de uno de estos santos no da mucho más miedo que ir de Drácula! ¡Y más original!