España se partía en dos. Unos a favor del golpe y otros, la inmensa mayoría, en contra. El problema es que muchos de los que estaban a favor tenían armas, y nosotros sólo teníamos las ganas de seguir viviendo en democracia tan sólo 4 años después de las primeras elecciones libres que vivía este país desde la República.
Yo tenía 7 años, me faltaban 4 días (no es un dicho) para cumplir los 8 y lo veía todo como una especie de juego. Recuerdo que veía pasar los tanques a 200 metros de mi casa en Burjassot y salía al balcón a verlos pasar, porque eso de ver tanques para un niño de casi 8 años no es más que un juego. Tantas veces salí como mi madre salió a por mí. Recuerdo que estaba preocupada porque mi padre no había vuelto del trabajo y estaba en el recorrido de los tanques. Al final vino, pero el susto no se lo quita nadie.
Recuerdo que era una noche de radio, que seguía informando de todo lo que pasaba, por lo menos la SER. El diario EL PAÍS sacó una edición especial con una cabecera que decía "EL PAÍS con la Democracia", mientras la directora de Las Provincias, María Consuelo Reyna, que después ha dado lecciones de democracia a todo lo que remotamente oliera a izquierdas, se ponía a disposición de Milans del Bosch, Capitán General de la III Región Militar y uno de los cabecillas del golpe. Vivir para ver.
No voy a entrar en el papel del Rey, porque si bien es cierto que con su declaración frenó el golpe de estado, el que tardara tanto en aparecer y que reconocidos monárquicos como el propio Milans o el general Armada estuvieran al frente del golpe, me deja algunas dudas. De todas formas, ya se han encargado las televisiones de ensalzar la figura del Rey estos días.
Ese día ganamos de verdad la democracia, quién sabe si por las presiones de las embajadas extranjeras en España o por qué otra razón. El caso es que salimos fortalecidos. Menos mal.
4 comentarios:
Pues yo tenía 19 añitos recién cumplidos, estaba preparando selectividad (que me habían tumbado el año anterior en la convocatoria de septiembre) en una academia y estaba tranquilamente en mi casa cuando llegó corriendo mi tia abuela, que vivía con nosotros, gritándo que por la radio de la cocina decían que la guadia civil había entrado en el Congreso (Las Cortes las llamábamos todavía, por inercia) y habían dado un golpe de estado.
No hicimos ni puñetero caso, pensando que aquello era imposible, que ya hacía mucho que no se oían ruidos de sables. Pero, por si acaso, pusimos la tele y la radio. Y empezamos a precuparnos. La ventana del comedor tenía una buena vista a la plaza de San Juan de la Cruz, donde están la JUJEM y el CESEDEN y por allí no se veía movimiento. Cosa rara, si estábamos con un pie en una nueva guerra civil.
Luego, poco a poco, las noticias iban dejando ver que aquello, más que un golpe organizado, era una aventura de un grupo de descerebrados nostálgicos de la dictadura. Había gente que había estado envuelta en la fallida conspiración del Galaxia (Tejero entre ellos) y aquello era tranquilizador porque ya entonces se vio que no tenían ningún apoyo social. El no ver tanques por la calle (no como en Valencia, que tuvo que ser acojonante, Sergio) ni nada por el estilo daba aún más tranquilidad.
Yo me quedé despierto casi toda la noche con la tele dando noticias, que para una vez que puedes ver la Historia con mayúsculas desarrollarse en tus narices no es plan de perdérselo. A la mañana siguiente ya se veía que aquello no iba definitivamente a ninguna parte y respiramos tranquilos.
Por cierto Sergio, que otro que tampoco se mojó anda ahora igualmente dando lecciones de democracia. El "paladín de la libertad" Pedro J. Ramírez recibió una llamada de Juan Luis Cebrián para lanzar una portada conjunta en favor de la democracia, pero a Pedro J. no le pareció oportuno. Y desde entonces ha estado jugando siempre a dos barajas.
A ti puede que te faltaran cuatro días, pero yo estaba cumpliendo los siete al mismo tiempo que mi difunto abuelo materno rompía su reciente carné del partido comunista en un ataque de pánico algo prematuro, como si aquellos militares fueran los omnipotentes y omniscientes tercios de antaño. Claro, que eso me lo contaron después. Recuerdo con mucha más claridad un murciélago de goma que había traído a la fiesta un primo mío. Cosas de la edad.
Entonces feliz cumpleaños Iván ;-).
La verdad es que nos libramos de una buena, todo hay que decirlo...
Sip, aunque la gestión del golpe demostró una vez más cómo la universalidad de la incompetencia nos libra constantemente de males mayores... Y de nada.
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