Esta tarde, ya sin cortarse porque ya han pasado las elecciones andaluzas (con escaso éxito del PP, por cierto), el ex-responsable de Lehman Brothers para Europa en el momento en el que empezaron a robarnos a todos a base de rescates y actual ministro de Economía del Reino de España (lo peor de toda esta frase es que es vedad, incluyendo por desgracia lo de "Reino") Luis de Guindos, ha puesto en duda la utilidad de las huelgas, poniendo así en solfa el derecho fundamental a la huelga, recogido en la Constitución.
Al estar recogido en la Constitución parece que debería ser algo que no se va a perder, puesto que así se consagra en la Carta Magna, pero ya vimos cómo cambian la Constitución cuando les da la gana, y si bien al ser un derecho fundamental debería aprobarse por mayoría cualificada, disolver las Cortes y ser de nuevo aprobada por las nuevas Cortes para luego someterse a referéndum, seguro que encontraban algo para saltarse el cumplimiento de este derecho fundamental, como ya se han saltado el derecho a la vivienda digna (y no hablo sólo de este gobierno, sino también de todos los anteriores) y otros tantos.
Por ejemplo, en la anterior reforma ya hicieron algo así, supeditando todo al pago de la deuda, lo que al final significa que servicios fundamentales como la sanidad o la educación se costearán con lo que sobre del pago de la deuda, que para eso los bancos son los bancos. Luego ya sale hablando el presidente de la Asociación Española de Banca, Miguel Martín, para rebuznar que la huelga general nos acerca a Grecia más que a Alemania. Quitando que no sé quién le ha dicho a este señor que yo me quiera parecer a Alemania, debo decirle que a mí, cuando me hablan de bancos, me recuerdan más a Ali Babá y los 40 ladrones que a los empresarios serios que dicen ser. Para empezar, porque si fueran empresarios serios se harían cargo de las pérdidas que ellos mismos han generado a base de cultivar su propia codicia, pero claro, cuando perdieron dinero se pertrecharon con la boina y el puro del Ché Guevara y pidieron café para todos. Bueno no, en eso se nota que no conocían al personaje, porque pidieron café para ellos, no para todos.
Y haciendo uso de mi derecho a la huelga y de mi derecho a la libertad de expresión, el jueves secundaré la huelga y seguiré escribiendo en este blog y en Los asesinos de Kenny. Mientras pueda o me dejen. Y si no nos dejan, que se vayan atando los machos.
4 comentarios:
¿Sabe este señor de las sucesivas huelgas en Alemania? Hoy, sin ir más lejos, en el aeropuerto de Frankfurt.
Dicho sea de paso, nunca he creído mucho en el pancarteo, pero, visto que hay quien se sube en un coche de empresa y piensa que se le pretendeechar un pulso con 30 puntos en el brazo, igual me lo pienso.
Pues no, Carmen, seguro que no se ha enterado de que en Alemania se hacen huelgas. Ni de que el año pasado le moentaro 5 de una tacada a su adorado Sarkozy en Francia.
Y sobre todo: no se ha enterado de que allí nadie cuestionó el derecho de los trabajadores a hacerla.
A ver. Las huelgas son útiles según.
Cuando los de la limpieza del metro de Madrix hicieron una huelga indefinida y la ganaron, les fue útil.
Cuando los de Iberia hacían huelgas indefinidas (porque entonces el murro de Berrlín todavía impedía la llegada de pilotos en masa) les fueron útiles.
Cuando en tiempos de Franco la ciudad de Barcelona en pleno montó una huelga general indefinida, pese a que no había derecho de huelga, les fue útil.
Cuando en tiempos de María Castaña los trabajadores de todos sitios hacían huelgas de verdad, largas, cortando completamente los ingresos de sus empresas y perjudicando los contratos con clientes que (entonces tampoco) pasaban de las condiciones de los trabajadores, les fueron útiles.
Vamos, que por mí empezamos una huelga indefinida mañana y hasta que el Ibex-35 no llegue a los 5.000 puntos no paramos.
Si será por huevos.
Otra cosa es que una huelga general de un día contra una ley propuesta por un gobierno que ha sido elegido por mayoría absoluta solo unos meses antes sirva para algo.
Porque, claro, en un caso como este lo que toca es cambiar no esa ley, sino la ley electoral. Y después de eso una nueva constitución.
Pero eso no es posible porque los españoles siguen jugando a trato o truco con los políticos. Al enemigo ni agua. Y los políticos son enemigos de los españoles. Salvo los beneficiados del clientelismo, lo que en tiempos se llamaba "caciquismo".
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