miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ayer se me murió un amigo

Y no le conocía. No le había visto nunca. Y sin embargo me unían a él muchas más cosas de las que me unen a algunos de los amigos “de verdad”, a los que veo de vez en cuando y con los que quedo a cenar por Navidad. Por eso, cuando me he enterado de su muerte repentina, yo mismo me he quedado extrañado del nudo que se me ha hecho en el estómago y las lágrimas que me han empañado la vista. Se llamaba Pere, vivía en Barcelona y regentaba una administración de lotería. Y apenas sabía nada más de él, pero era mi amigo.

Una de mis aficiones son los juegos de guerra, los buenos juegos de guerra y especialmente los que se pueden jugar en el PC. También era la afición de Pere y eso era lo que nos llevó a conocernos. Yo soy moderador en un foro que trata de esos temas y Pere entró por allí hace años para hablar de estas cosas y allí se quedó. Y allí nos conocimos. Luego vinieron las partidas por correo, intercambiando turnos y comentarios, las más de las veces rivales y algunas compañeros de trinchera. Últimamente jugábamos también a masacrar zombis, hombro con hombro, mientras hacíamos unas risas con los comentarios por el micrófono. Y de repente, se acabaron las risas. Un tumor en el hígado se lo ha llevado apenas dos semanas después de la última partida.

Aún así, unos días antes contactó con otro de los moderadores para decirle que disculpáramos que no cogiera el ratón para dedicarnos unas líneas en el foro pero es que estaba enfermo. No sabíamos de cuanta gravedad hasta que ayer nos llegó un SMS de su hermano anunciándonos su fallecimiento. Al parecer, Pere había dejado instrucciones para que su hermano nos avisara en el peor de los casos. Quería despedirse así de sus amigos, de sus compañeros de partida con los que tantas horas de diversión compartió. Un detallazo.

Que raro es el mundo. Y que maravilloso. Yo puedo considerar mi amigo a alguien a quien no he visto nunca, que vive en Barcelona o en Salamanca o en Canberra. Y sentir su muerte como si hubiera sido el vecino de enfrente de la escalera. Quizá más. Que algo como lo que ha pasado me pudiera afectar, me lo dicen hace 10 o 12 años y me descojono, y sin embargo lo he sentido profundamente. El sentido de lo que es un amigo ha cambiado definitivamente y para mí, a mejor. Yo seguiré quedando con los amigos “físicos” a tomar cañas como antes y serán siempre mis amigos pero ahora sé que tengo más amigos, aunque estén lejos y no nos hayamos visto nunca.

Se llamaba Pere, aunque yo le conocía más como Akaraphon. Tenía 42 años, mujer y una hija de 4. Y era mi amigo.

3 comentarios:

Arquímedes dijo...

Descanse en paz nuestro compañero y amigo.

Sergio dijo...

Mi más sentido pésame, Tyrion y Arquímedes.

Sé de sobra que no hace falta conocer a alguien personalmente para considerarlo un amigo, y muchas veces un gran amigo.

Descanse en paz

El que apaga las subestaciones dijo...

Hace esos 10 ó 12 años que decías (o más) que conocí esta sensación de amistad "no presencial" de las personas.

A la hora de medir, si es que eso es posible, nuestras relaciones con los demás, no es tan importante la frecuencia, la proximidad, incluso el contacto físico, como la experiencia que compartes con cada persona.

En vuestro caso la emoción compartida es mucho más fuerte que la mera visión de un rostro.

Recordad esos momentos de intensidad. Son los que le dan sentido a la vida.

Que la tierra le sea leve.