Además del título en castellano de una de mis películas preferidas (el título original es The Shawshank Redemption), es un tema recurrente sobre el que polemizar cuando a nuestros políticos no se les ocurre nada más o cuando se produce el aniversario de un delito mediático.
En este caso es una mezcla de las dos cosas, porque Javier Arenas, secretario general del PP en Andalucía, ha aprovechado el primer aniversario de la desaparición de Marta Del Castillo para intentar colar el debate y así ponerse de parte de las víctimas que, no lo olvidemos y es totalmente comprensible, bajo la demanda de justicia reclaman lo que consideran una justa venganza. Insisto en que me parece comprensible, y que yo posiblemente reclamaría lo mismo si me viera en la misma situación.
¿Qué debemos hacer entonces?, ¿legislar a golpe de suceso?, ¿hacerlo en frío dando la sensación de que se abandona a las víctimas?, ¿deben las prisiones tener carácter corrector o sólo represor?
Cada vez que tenemos noticia de un crimen como el de Marta Del Castillo o de Sandra Palo, el cuerpo nos pide colgar al criminal de los pulgares, en el mejor de los casos, pero se presentan varios problemas. El primero es que los medios de comunicación, en su mayoría o por lo menos en parte, se pasan la presunción de inocencia por el forro de sus audiencias, así como el secreto del sumario (aunque en este caso también tendrán algo que decir los que deberían guardarlo) y convierten en espectáculo lo que debería ser respeto por el dolor de una familia y respeto a la labor de la justicia, que muchas veces se ve condicionada por todo el barullo mediático.
El segundo es que no sabemos mantenernos fríos ante hechos como los anteriormente mencionados. Comprendo a los familiares, y no les voy a pedir que se mantengan fríos, porque sé que no podrían y porque yo seguramente me sentiría igual que ellos. Los que no se pueden dejar arrastrar por esos sentimientos (que, no nos engañemos, esperan traducir en votos, sea el partido que sea) son los políticos, que con tal de rascar un puñado de votos se suben a la ola creada por los medios de comunicación, que no tienen otro fin que subir su share. Al final, estamos el resto, a los que nos van creando un estado de crispación que sólo nos vemos capaces de aplacar con sangre, o en su defecto, encerrando a alguien en la cárcel y tirando la llave al río. Son reacciones completamente humanas y como tal, entendibles.
Pero debemos plantearnos el fin que tienen las prisiones. ¿Deben servir para reinsertar al reo en la sociedad o deben servir para apartarlo de la misma? El cuerpo nos pide lo segundo, por simple instinto de protección, pero ¿estaríamos dispuestos a sufrir las consecuencias en caso de ser nosotros los reos? Entonces querríamos tener todas las garantías y que nos dieran una segunda oportunidad.
Yo creo que todo el mundo se merece una segunda oportunidad. Que se le dé a los 6 meses o a los 30 años dependerá de lo que haya hecho, pero creo que se le debe dar.