Y que conste que no es algo despectivo, porque la figura del perdedor es quizá la que mejores obras de arte ha dado dentro del cine o la literatura. ¿Acaso Rick, el dueño del Café Americain de Casablanca, no es un perdedor? Descubre que la chica de sus sueños está casada con un tipo al que no le queda más remedio que ayudar y debido a ello tiene que malvender el café y salir huyendo perseguido por los nazis. Si eso es triunfar en la vida, ¿qué será perder? ¿Y que es Baxter, el pobre oficinista de El Apartamento magistralmente interpretado por Jack Lemmon, sino un grandísimo perdedor? Tiene un trabajo de mierda, los jefes abusan de él y la chica que le gusta está liada con su inmediato superior y por lo tanto completamente fuera de su alcance. Al final lo medio arregla pero me da a mí que si en vez de una película hubiera sido la vida real acababan los dos (él y la McLane) tirados debajo de un puente compartiendo un tetrabrick de tintorro. Triunfando a lo grande, vamos.
Bueno, pues Warren era uno de los que bordaba esos papeles. Y los directores, que se daban cuenta de ello además de reconocer lo bien que trabajaba Warren, se los daban encantados.
Warren había nacido en plena Gran Depresión y desde chaval ya sabía lo que era pasarlo mal mientras doblaba el espinazo recogiendo fresas para ayudar a la familia. Después de varios cambios de residencia y de pasar por alguna compañía teatral se fue a buscar fortuna en el espectáculo a Nueva York donde se hizo colega de otro gran secundario, Robert Culp, y del que luego sería estrella consagrada Steve McQueen. Y así empezó a acudir a castings con ellos y empezó a trabajar en series de televisión como Rawhide (protagonizada por un jovencísimo Clint Eastwood) o en El Hombre del Rifle junto a Chuck Connors y que los talluditos como yo recordarán porque la ponían en TVE cuando eran solo dos canales y en la calle jugábamos a indios y vaqueros en vez de a pokemon y bakugan.
Culp, Oates y McQueen. Las juegas que debían montar en su piso de solteros
Y tan bien lo hizo que algunos directores empezaron a fijarse en él y a llamarlo para hacer unos papeles secundarios estupendos en estupendas películas como En El Calor De La Noche (1967) de Norman Jewison junto a Sydney Poitier y Rod Steiger. Pero el primer papelón que se llevó fue el de uno de los bandidos en Grupo Salvaje, de Sam Peckinpah. Grupo Salvaje es, además de una de las mejores películas del oeste y de las mejores películas de la historia, una película de perdedores. Y Lyle Gorch / Warren Oates era el más perdedor de todos ellos. Un grupo de forajidos que van de victoria en victoria hasta la derrota final que, paradójicamente, se convierte en su única victoria auténtica y su glorioso epitafio.
Warren y sus colegas la van a liar parda
Porque a Peckinpah la figura del perdedor le fascinaba y en torno a ella surgen sus mejores obras: Grupo Salvaje, La Balada De Cable Hogue, Perros De Paja, La Cruz De Hierro… y Quiero La Cabeza De Alfredo García. Destaco esta última porque es uno de los pocos papeles protagonistas de Warren y la película en la que mejor representó su papel de perdedor. Warren hace de Bennie, un pobre desgraciado que regenta en Mexico un bar de mala muerte donde se dedica a montar fiestas para jubiletas yanquis en viaje del INSERSO, que se entera que hay un mafioso mexicano que ofrece 10.000 dólares al que le lleve, literalmente, la cabeza de un tal Alfredo García que ha dejado preñada a su hija. Bennie averigua que el tal García ha palmado una semana antes en un accidente de coche, así que coge una pala, se va al cementerio y ahí empieza un viaje alucinante en compañía de la cabeza putrefacta de García mientras esquiva a los mafiosos mexicanos, la ley mexicana (que es casi lo mismo) y otros cazarrecompensas. Como os podréis imaginar, con semejante historia no puede haber final feliz pero, ¡eso que importa! Peckinpah no es Disney.
Warren y Alfredo (en el saco) de paseo por México
Curiosamente, a pesar de sus muchas películas de acción y del oeste, Warren intervino también en algunas películas de las llamadas de culto, de esas que tanto les gustan a nuestros amigos de las gafotas de pasta, como Carretera Asfaltada En Dos Direcciones de Monte Hellman y Malas Tierras de Terrence Malick. Y es que el que vale, vale.
Warren murió demasiado pronto, a los 53 años de un ataque al corazón, en 1982. Pero antes nos dejó otro papelón en una comedia que, a pesar de su horroroso título, está bastante bien: El Pelotón Chiflado, donde daban sus primeros pasos en el cine Bill Murray, Harold Ramis (que también hicieron pareja en Cazafantasmas) y Sean Young, la replicante buena de Blade Runner. Warren hacía del sargento instructor Hulka, al estilo del sargento cabrón de La Chaqueta Metálica pero con más coña, y le daba las réplicas a Murray. Un final digno para una carrera llena de buenas películas.
Y os dejo con una maravilla: el tiroteo final de Grupo Salvaje. Después de verlo podéis quitaros el sabor a pólvora de la boca con una cervecita a la memoria de Warren.
1 comentario:
¡Ah, Sean! La amante occisa de Misterpresidentofdellunaitedsteits. El jefe de policía con tetas del detective Ace Ventura.
No sabía que te fuese el sadomaso. Eso me pareció en su momento "El pelotón chiflado". Yo es que soy de los que no buscan complicaciones a la hora de reir.
"¿Quieres reir con mi mujer?" ¡Qué grande Anthony Quinn matando al pobre misionero en "Los dientes del diablo".
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