Todos o casi todos conocemos el Starbucks Coffee. Son aquellas cafeterías en las que desde fuera se ve a dos "gafapastas" sentados en un sillón mientras se leen el guión de la última película de Isabel Coixet mientras degustan un carísimo y no por ello buen café en un vaso de papel. Eso sí, no se puede fumar porque "perjudica a la calidad del café". Por lo visto, servirlo en un vaso de papel mientras te lo tomas a través de una tapa de plástico potencia el sabor.
Si te fijas un poquito, verás que en el vaso de papel (no me cansaré de decir que es de papel) hay algo escrito. Si fueran números podría ser el número de teléfono de la camarera, aunque entonces no estaríamos en un Starbucks, pero no, es el nombre de la persona que se lo está tomando. Porque sí, así es, cuando te pides el café te preguntan el nombre, para ponerlo en vaso de papel de "tu café personalizado". Luego te llaman y acudes presto a la llamada para recoger tu vaso de papel y pagar presto el mínimo de 3 eurazos por un café en un vaso de papel.
Si cometes el errror (sí, con 3 "r", tan grave es) de pedir algo de bollería no se te ocurra mojar en el café (sobre todo sin quitar la tapa) o asistirás a la escenificación del chiste de la magdalena, esa que se chupaba todo el café con leche de lo seca que estaba, esa. Aunque eso no quita para que a esa sedienta magdalena le llamen "muffin", y por eso te cueste 2 o 3 eurazos de vellón.
En resumen, te has tomado un café (o medio si has mojado el "muffin") te has gastado 6 euros y no te has podido sentar en el sillón porque sólo hay dos y están ocupados, con la ilusión que te hacía sentarte en un sofá, como en Friends...
Por cierto, ¿he dicho que el vaso es de papel?
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